Posturas difíciles de sostener

            El resultado de hoy, termino por hacer estallar un argumento que cada vez más difícilmente venía sosteniendo. Frente a discursos de hinchas o periodistas (o la mezcla de ambos, los más peligrosos de todos) que señalaban que River debió haberse reforzado en este campeonato para no jugar la promoción, que necesitaba traer figuras, y que por tanto Pasarrella tiene gran responsabilidad en jugar la promoción;  mi posición era sencilla: no gastar plata que no tenían era una muy buena decisión política, un acierto de su gestión (dentro de muchos errores)

            Era cómico ver cómo aquellos que proclaman que los clubes argentinos tomen a  Vélez como ejemplo, ese equipo que nación del “campeonato económico de Gamez, exigían que el equipo de Núñez agrave sus problemas económicos con tal de postergar el problema más urgente.

            Tan pobre. Tan a corto plazo. Porque no lo ven a San Lorenzo, y lo que se debe pagar en el futuro pretender armar un equipo con plata que no se tiene para ganar la Copa Libertadores.

            Pero, ¿cómo puede hacer uno para seguir sosteniendo esto cuando River desciende?

            Algo similar me pasó con Racing, mientras hacían fila para pegarle, yo era del grupo pequeño, cada vez más reducido, que sostenía que era un gran equipo, que tenía los mejores nombres propios en los once titulares (vean que no hablo de equipo, porque ahí hay un par por delante), que podemos nombrar fácil, cinco o seis jugadores que son muy buenos (Toranzo, Yacob, Téo Gutierrez, Hauche, Pillud…).

            Marcaba los picos de rendimiento que tuvo, recordaba la mala suerte que tuvo en ciertos partidos, cuando no lograba la diferencia en el marcador que merecía por las jugadas que generaba (encuentros que luego empataba o perdía), consideraba los arbitrajes, la mala suerte en las lesiones y, porque sino sería ciego, lo mal que marcan.  

            Pero el argumento se iba cayendo mientras se sumaban las derrotas y hoy debo decirles que tiene razón, que un equipo que pierde más de diez partidos es malo, bastante mal, indefendible.

            La conclusión que surge no es muy agradable, pues debemos preguntarnos si en definitiva todos somos resultadistas, pero en diferentes grados.