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lunes, 8 de noviembre de 2010

Contrastes de méritos.

            Que difícil es ganar en el fútbol argentino. Con qué poco se gana en el fútbol argentino.  No es una contradicción, lo trabado y pobre del fútbol actual hace que se de este doble juego: en la paridad casi total que hay entre los equipos hace que se gane con muy poco o como resultado de un arduo trabajo durante los 90 minutos.
            Un ejemplo puede ser el partido de “seis puntos” entre Gimnasia y Quilmes –que sólo entregó tres y si en la próxima fecha uno gana y el otro pierde quedan como estaban- , ¿hizo algún mérito gimnasia para llevarse los tres puntos, además del gol de pelota parada?
            Y como contraste de ese partido, cuanto le costó a Vélez ganar su partido contra Banfield, no sólo considerando la cantidad de veces que debió marcar.
            Otro ejemplo fue la victoria de Estudiantes sobre Lanús, que habilitó una gran cantidad de discursos sobre la superioridad del pincha, como aplasta sus rivales, lo difícil que es marcarle, etc. Pero lo cierto es que la goleada oculta que el partido se abrió en el segundo tiempo, con un gol de otro partido en su primer ataque serio, y con la expulsión de Agustín Pelletieri. Ahí se termino el partido, pero muy poco había hecho el local para que esto sucediera.
            Y ni hablar de Argentinos, que ni ellos saben cómo hicieron para ganar, y por dos goles, en la Bombonera.
            Pero tal vez el mejor partido para ver esta paradoja que estamos marcando fue el que ocurrió en Avellaneda. Por un lado, se puede marcar cuánto le costó a Racing; como lo buscó y con cuanta gente ; como, de la mano de Patricio Toranzo hizo todos los méritos para empatar.
            Del otro lado, lo poco que hizo Arsenal para lograr un punto, que por momentos pudieron ser tres. Ocho tipos defendiendo, una maestría en contragolpes, un gol de pelota parada de otro partido y un mar arbitraje de Carlos Maglio  (se está volviendo  costumbre que la justicia ayude a aquellos equipos que desprecien al fútbol). Nada más. Se fue contento. Lamentablemente no es la primera vez que apuesta a esto, desde que logró las primeras victorias y se acercó a la punta, en vez de apostar por más, empezó a jugar cada vez más atrás y apostando, casi exclusivamente, a la pelota parada y al genialidad de Luciano Leguizamón en una contra o un pase a Óbolo.
            Podríamos nombrar el “clásico” entre un muy pobre San Lorenzo y los suplentes de Independiente, pero la verdad es que no merece ser analizado

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