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miércoles, 17 de noviembre de 2010

Nos vamos acostumbrando.

               Es un proceso lento pero que avanza constante: se dan quiebres, que en ese primer momento pueden ser criticados, peor que sientan un precedente y luego son legitimados por acciones siguientes, hasta que sin darnos cuenta nos acostumbramos a situaciones que rechazábamos y las exigencias se vuelven cada vez más bajas: pésimos partidos, peores clásicos, horribles arbitrajes, técnicos despedidos en pocas fechas y la violencia, las internas y los aprietes que se vuelven algo cotidiano.
                Nos acostumbramos a planteos cada vez más mezquinos y tratamos de justificarlos. Entendemos que por necesidad Gimnasia de la Plata tenga que salir a colgarse del travesaño en el Monumental. Y entonces, se continua degradando al fútbol … y ya la cancha de Banfield es un escenario difícil, por lo que también se renuncia a ganar en ese partido.
                Y en esos dos partidos logró dos puntos, por lo que podemos suponer que entre muchos dirigentes de soluciones rápidas, Pablo Morant va sacando fama de sacapuntos y se va asegurando un futuro puesto de trabajo si Caruso Lombardi se encuentra ocupado.
                Pero por qué tendríamos que exigirle buen juego a un equipo que hoy se encuentra jugando la promoción si el puntero, Estudiantes, ya juega con un solo puntacontra el complicado Lanús o en Victoria y parece no cambiar de estrategia.
                Otro ejemplo de esta fecha, el partido entre Arsenal y All Boys: al primero le encanta contraatacar, el segundo, lamentablemente, le está tomando el gustito, el resultado, un partido sin arcos.
                Lamentablemente, esta situación no mejora con los clásicos, en los cuales, según la televisión pública, que supuestamente no se rige por las reglas del mercado, sino que sigue una vocación mucho más comunitaria, cultural y pedagógica, dice que lo que importa es ganar;  y así salen los partidos.
 River en el monumental terminó defendiéndose con 11 tipos y con línea de cinco, innecesarias, pues el visitante no tuvo una jugada de peligro; los jugadores de Boca preferían dársela a Matías Giménez que a Riquelme; Ferrero cerró los ojos y la reventó para adelanta desde la primer jugada del partido; Jesús Méndez, el que tan bien jugó un semestre en rosario Central, sólo se dedicó a pegar y a hacerse el guapo, que últimamente es más reconoció que jugar bien. A los 41 minutos del segundo la gente pudo gritar ooole por primera vez, todo un signo
Y si los jugadores rinden mal en los partidos, porque no deberían hacerlo los árbitros, si, como señalan muchos periodistas con una muy profunda crítica la realidad, son humanos y por tanto pueden equivocarse. Así, vemos partidos como el de Rosario, donde hubo un pésimo trabajo de Federico Beligoy (parejito, se comió faltas para los dos lados y, por ejemplo, no echó a Martínez de Racing y no quiso sacarle la segunda amarilla a Mauro Formica que pegó un manotazo en la cara de un rival frente al árbitro). El comentario de la televisación marcó de manera equiparable, su mal desempeño y la falta de colaboración de jugadores y técnicos.
A lo sumo, será parado por una fecha y la próxima volverá a dirigir y se volverá a equivocar . Y será parte de este engraneje de árbitros que van superponiéndose, ocupando espacios mientras uno de sus colegas cumple con una sanción y próximos a enfrentar al suya.
Por otro lado, por esta locura que envuelve al fútbol se vuelve cada vez más común que echen un técnico.  que trabajó por muy pocas fechas. Despidieron a un tipo como Ángel Cappa, luego de trece fechas, luego de un primer momento en que estuvo puntero, ilusionó con la posibilidad de pelear el campeonato y sobre todo entusiasmó con un piberío que buscaba jugar al futbol (que sólo pudo plasmarse en los primeros tiempos de los partidos con Independiente y Huracán y fragmentos de algún otro.
                Y porqué sorprenderse, si por ejemplo en Racing echaron a Claudio Vivas luego de cuatro fechas (a principio de año, ¿alguien se acuerda de eso?) o al Moncho Fernández en Gimnasia, tras sólo dirigir durante tres partidos
                Por último, lo más grave que naturalizamos, la violencia. Ya nadie se sorprende que una pelea en la cancha o cerca del estadio sea entre ¿hincas? de un mismo equipo, vemos que se tirotean dos fracciones y sólo decimos un episodio más… . ¿alguien se sorprendió al enterarse de la presencia de barras entre la patota que asesinó al militante del Partido obrero en Avellaneda?¿hizo mucho ruido la declaración de un trabajador diciendo que días antes había ofrecido su servicio, que en tanto mercenarios iban a trabajar para quien page mejor?
                Y los directamente afectados, en este caso los jugadores de Quilmes a los que les atacaron los autos, tienen que salir y jugar pese a todo, el espectáculo debe continuar, pues el cobarde nunca es el que tira piedras, sino el arquero que abandona su área o el jugador que s e opone a tirar un córner bajo esas condiciones. Y encima ganan y legitiman las agresiones; en algún lugar, uno de los delincuentes debe estar adjudicándose la victoria que consiguieron por amenazar a los futbolistas.
                Hay algo claro: existe una necesidad de que cambie el Estado de las cosas, la pregunta es quién la encarará: la dirigencia, los futbolistas, su gremio, el periodismo, nosotros en tanto espectadores/consumidores…
                Por último, una pregunta abierta que no presupone su respuesta sino que verdaderamente es una propuesta para pensar en profundidad: ¿ cuántas de estas cosas cambiaron con el paso del fútbol a manos del Estado?. Surgen las primeras respuestas: 1  los monopolios, los empresarios que buscan ganar como sea, a expensas del fútbol mismo, no se agotaban en Torneos y Competencia; 2- cambia algo si se mantiene el modo en que se administran los clubes y 3 no será que el problema no era TyC sino que hay que ir más allá y pensar lo que implica  la televisación en si misma.

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