La idea era que este espacio sea un reconocimiento al talento, la grandeza o la valentía de un equipo, jugador o técnico: una pared; el planteo de un técnico en una cancha difícil o un cambio que busca ganar un partido; un golazo donde la tocan todos; un pase entre líneas, sin importar en qué termine al jugada; un equipo que juega siempre igual en todas las chancas (de forma ofensiva); una declaración después de un partido, sobre todo luego de una derrota; etc.
Por eso no es la mejor idea empezar con este caso, sobre todo en un espacio que pensaba reconocer el fair play, si es que eso existe. Pero no importa, porque en la actitud de este jugador hay cierta dignidad del oprimido, demuestra que al jugador le duele que le roben, más allá de las declaraciones para la prensa - la hinchada-, de que no hay que resignarse con la injusticia y la impunidad de una figura que se presenta como intocable y actúa prepotente como si lo fuera.
Por esto, reconocemos hoy al paraguayo José Pedrozo, del Deportes Concepción, de la Primera B del fútbol chileno, a quién sus compañeros le impidieron ahorcar al árbitro del partido que disputaban contra Rangers, luego que este le mostró su segunda amarilla. Su calentura no nació con esa jugada. Unos minutos antes, había hecho repetir un penal en contra en cuatro oportunidades, cuando en el partido, que terminó en goleada, sólo estaban uno a cero abajo.
Primero le hizo repetir al equipo rival por invasión, pero luego, cuando el jugador erró, compensó al estilo del guatemalteco Carlos Batres, el de España-Paraguya y lo hizo repetir, no una, sino dos veces (la tercera por el adelantamiento del arquero). Finalmente, al cuarto intento, convalidó el gol.
El jugador reveló que ese mismo árbitro ya lo había expulsado en otras tres oportunidades.
El Tribunal de Penalidades del Fútbol de Chile le dio una sanción ejemplar: 27 fechas (20 por intentar ahorcarlo , cinco por correr a pegarle luego de ver la roja, y dos por la expulsión).
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