No sólo hay que celebrar que durante las próximas eliminatorias volveremos a ver a un equipo que apuesta por el buen fútbol y que tiene una vocación ofensiva en todas las canchas –que no se queda en declaraciones a la prensa-; sino que sobre todo hay que destacar la decisión de la dirigencia chilena y y las causas de la misma.
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¿Por qué? Porque no se quedaron con el último resultado, ni juzgaron que su planteo fracasó porque quedó expuesto en la claridad de las derrotas con España y Brasil y cómo aprovechaban los espacios que Chile suele darle a sus rivales.
La renovación llegó porque realizaron una evaluación de todo el proceso, donde no sólo se tuvieron en cuenta los resultados (los cuales además se compararon con la historia reciente del país –logró clasificar a un mundial luego de 12 años-), sino también el rendimiento del equipo en la cancha (por ejemplo, se habló muy bien de los primeros dos partidos en el mundial y lo superior que fue a sus rivales; pero también de las eliminatorias)
Aún en entrevistas en Sudáfrica, antes del partido con Brasil en octavos, e incluso previo al mundial, se mostraron muy contentos con la labor de Bielsa. Y lo justificaban tanto por los logros como por el profesionalismo del entrenador.
Si bien es cierto válido preguntarse si esos valores que se le destacan serían algo valioso si el equipo no hubiera conseguido resultados -¿Bielsa daría charlas si su Chile hubiera estado en al mitad de la tabla?-, lo que sucedió en el país limítrofe nos debe hacer pensar sobre cómo se toman las decisiones en la Argentina
Por un lado, sobre cómo se evaluó el fracaso de Bielsa en Corea/Japón 2002, en un análisis donde no se excluyeron no sólo las eliminatorias y el prestigio que adquirió la selección, sino también la actuación y los resultados –una victoria y un empate- en la fase de grupos.
Pero también permite profundizar sobre este nuevo fracaso, el de Diego. Aún cuando esta visión más totalizadora (considerar todos los partidos disputados, resultados, identidad que adquirió el equipo) termina siendo más crítica de la actuación de Maradona como técnico de la selección, y se correspondería con una acción más severa por parte de la dirigencia ( en vez de hacer el juego de “no lo echamos…”); lo cierto es que quedan en evidencia las limitaciones de los Pasman(*1), que califican la actuación del equipo sólo por el último partido (una durísima goleada, no hay porque negarlo).
Chile, con sus seis puntos, terminó décima en la clasificación general del mundial, Argentina, con el doble de puntos, alcanzó el quinto puesto.
(*1) Nota del autor: durante mucho tiempo utilicé la figura del colorado Liberman como representante de una nueva camada de mediocres periodistas que profesaban que el que gana siempre juega mejor y no pateó bien porque no fue gol (que además tenían otras características despreciables como un excesivo deseo de ser famoso y exitosos, buscando cualquier oportunidad para sobrepasar el ámbito del periodismo deportivo); pero la discusión con Maradona reposicionó a Pasman como el abanderado de este grupo.
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